Deep Center

Savannah Slam: Messengers, Tellers, and Griots

This blog post is written by Program Manager Marquice Williams

Para leer la publicación en español, vea a continuación.

When I was six years old and tagging along to one of my sister’s dance and performance classes at the St. Pius X Family Resource Center, I became obsessed with theater. The actors tapped into emotions in ways I had never seen before, emotions that at a young age I had learned to keep locked up and bottled inside. I saw anger, joy, confusion, and so much more—people controlling their emotions, wielding them like fierce tools used to conquer unseen forces. I wanted to learn to control my emotions too, so I mimicked what I saw. I tried on their dance moves to see how they felt in my body. I attached power to my vocal chords as I recited everyone’s lines like they did. In that space, I felt more playful than I ever felt in any park. I was given space to create a new relationship with the emotions that had sometimes caused me, and the people around me, harm. I was able to be me with no judgement. 

In middle school, I re-connected with Clinton D. Powell, a poet, scholar, and theater director. I found myself consumed by an art form much like theater, but different: the art of Spoken Word. Soon I was competing in poetry slam competitions across the nation. Much like theater, Spoken Word gave me and others the opportunity to explore the taboo emotions and questions that swirled in our veins. But we weren’t given a pre-written script produced by seasoned writers we would never meet—instead, we became the authors and performers of our own monologue. We dug deeply into ourselves, past the societal views we adopted from our peers and past what the schools taught us from the half truths found in our textbooks. We were given the chance to heal, to fight, to live, and to feel. Most importantly, we were given the chance to be seen in our full humanity, without the attachment of shame and without the fear of judgement. 

There, everybody was a beautiful mess waiting to spill into the hearts of all who were willing to listen. We found pieces of ourselves in each other and celebrated the reunion by exchanging stank faces, tears, snaps, ear-to-ear creases, and a passionate “Go In Poet!” We went into ourselves to purge man’s silly idea of perfection. Then, like a moth to a flame, we were called back home by streetlights that radiated from the deepest parts of an audience wearing sometimes-unfamiliar faces. “Come Back Poet!” And though at times it was hard, we did come back. But not as the same person we left as. We came back with a new understanding of self: a self that was more resilient and able to trek through the confusion of the world. We were warriors who took back our narratives, one word at a time.


Savannah Slam: Messengers, Tellers, and Griots represents a collective continuation of this ritual, proof of what can happen when youth discover the  power in their emotions, thoughts, passions, and perspectives to change the world. Proof that their voices matter and that by standing in their truth, they can create opportunities for others to do the same. Through Slam, we are building a culture for future youth, local and worldwide, to engage and connect with the communities around them so that they can rediscover the power that lives inside all of us. This anthology is just a fraction of that power.

Order Savannah Slam: Messengers, Tellers, and Griots here


Savannah Slam: Mensajeros, Historiadores y Griots

Este blog fue escrito por Marquice Williams, gerente de programa en Deep Center

Cuando tenía seis años y seguía a mi hermana a sus clases de baile y actuación en el Centro de Recursos de Familia de Saint Pius me obsesioné con el teatro. Los actores me hacían sentir emociones en formas que nunca había visto antes, emociones que a una edad temprana había aprendido a embotellar dentro de mí. Ví ira, alegría, confusión y mucho más: personas que controlan sus emociones, empuñándolas como herramientas feroces que se utilizan para conquistar fuerzas invisibles. Yo quería aprender a controlar mis emociones también, así que imité lo que veía. Intenté los pasos de baile para observar cómo se sentía en mi cuerpo. Añadí poder a mis cuerdas vocales al tiempo que recitaba todas las líneas como ellos lo hacían. En ese espacio me sentí más juguetón que en algún parque. Tuve el espacio de crear una nueva relación con emociones que alguna vez me habían causado dolor a mí y a los que estaban alrededor mío. Podía ser yo sin ser juzgado. 

En la secundaria me volví a contactar con Clinton D Powell, un poeta, académico y director de teatro. Me encontré consumido por un arte muy parecido al teatro, pero diferente: el Spoken Word*. Pronto estaba compitiendo en competiciones de poesía slam en todo el país. Así como el teatro, el Spoken Word me dió a mí y a otros la oportunidad de explorar las emociones tabú y preguntas que  se arremolinaban en nuestras venas. Pero no nos dieron un guión producido por escritores experimentados que nunca conoceríamos -en vez, nos convertimos en autores y actores de nuestro propio monólogo. Buscamos en el fondo de nosotros mismos, más allá de los  puntos de vista sociales que adoptamos de nuestros compañeros y más allá de lo que la escuela nos enseñó con las medias verdades de nuestros textos de escuela. Tuvimos la oportunidad de sanar, pelear, vivir y sentir. Lo más importante, tuvimos la oportunidad de ser vistos en toda nuestra humanidad, sin el aperitivo de de la vergüenza y sin el miedo del juzgamiento. 

Allí todos eran ese hermoso lío esperando desparramarse en los corazones de los que estén dispuestos a escuchar. Encontramos piezas de nosotros mismos y del uno al otro y celebramos la reunión intercambiando muecas, lágrimas, chasquidos de dedos, arrugas de oreja a oreja y un apasionado “¡Adelante, poeta! Nos adentramos en nosotros mismos para purgar la tonta idea de perfección del hombre. Luego, como una polilla a una llama, fuimos llamados de regreso a casa por farolas que irradiaban desde las partes más profundas de una audiencia con rostros a veces desconocidos. “¡Vuelve poeta!” Y aunque a veces fue difícil, volvimos. Pero no como la misma persona que se fué. Regresamos con una nueva comprensión del yo: un yo que era más resistente y capaz de atravesar la confusión del mundo. Éramos guerreros que recuperamos nuestras narrativas, una palabra a la vez.

Savannah Slam: Mensajeros, Historiadores y Griots representa una continuación colectiva de este ritual, prueba de lo que puede suceder cuando los jóvenes descubren el poder de sus emociones, pensamientos, pasiones y perspectivas para cambiar el mundo. Prueba de que sus voces importan y que al mantenerse firmes en su verdad, pueden crear oportunidades para que otros hagan lo mismo. A través de Slam, estamos construyendo una cultura para que los futuros jóvenes, locales y mundiales, se involucren y se conecten con las comunidades que los rodean para que puedan redescubrir el poder que vive dentro de todos nosotros. Esta antología es solo una fracción de ese poder.

Ordene Savannah Slam: Messenger, Tellers and Griots (disponible sólo en inglés), aquí. 

* Spoken Word es una designación amplia para la poesía en inglés destinada a la interpretación. Este género tiene su raíces en las tradiciones orales y puede abarcar o contener elementos  teatro, jazz, hip hop, rock, blues, música folklore o historias tradicionales de pueblos originarios. 

 

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